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lunes, 4 de noviembre de 2019

Prostitución en la cultura Azteca. Las āhuiyani


Prostitución en la cultura Azteca.


Prostitución en la cultura Azteca.   Las āhuiyani

Las āhuiyani


Según algunos registros, era algo común la prostitución en el Imperio Azteca.
Eran conocidas como “āhuiyani”, una forma eufemística de decir “tener lo necesario o estar feliz.
Ejercían al lado de los caminos o en edificios llamados Cihuacalli , en los que la prostitución estaba permitida por las autoridades políticas y religiosas. Cihuacalli es una palabra náhuatl que significa "casa de las mujeres". Las mujeres recibían mercancías usables comodinero  a cambio de favores sexuales.
Las mujeres que ejercían cobraban dinero por ello, no tenían un estatus social elevado, sino todo lo contrario.

viernes, 18 de octubre de 2019

CULTURA PUCARÁ


CULTURA PUCARÁ

CULTURA PUCARÁ
 


 (100 a.C. - 300 d.C.) 
 
     


     
 
CULTURA PUCARÁ
Entre los años 100 a.C. y 300 d.C, se desarrolló a orillas del lago Titicaca una sociedad compleja: la cultura Pucará.
       El pueblo de Pucará, en el Departamento de Puno, con una extensión aproximada de seis kilometros cuadrados constituyó el primer asentamiento propiamente urbano del altiplano lacustre.
       Su esfera de influencia, llegó por la Sierra Norte hasta el valle del Cuzco y por el sur hasta Tiahuanaco. En la costa del Pacifico se han encontrado evidencias Pucara en los valles de Moquegua y Azapa, aunque hay evidencias de su presencia en la region de Iquique y hasta en la desembocadura del rio Loa.
      
CULTURA PUCARÁ
Pucará representa, en la cuenca norte del Titicaca, el dominio pleno del hombre sobre el medio ambiente, ya que no solo fueron controlados todos los recursos naturales disponibles, sino que ademas se crearon otros nuevos.  Los "camellones", que permitian la agricultura en terrenos innundables a orillas del lago Titicaca, aseguraban una agricultura de altura intensiva
       La domesticación de la alpaca para obtención de lanas seleccionadas, hipótesis en parte confirmada por la presencia de cantidad de animales adultos en las excavaciones. En todo caso, es evidente que el tejido cumplia un rol muy importante dentro de la economia urbana, y era utilizada en el intercambio a larga distancia.
      
CULTURA PUCARÁ
Durante esa época se adquieren complejos conocimientos sobre la hidráulica y la construcción y es a partir de ella que los pobladores del altiplano comienzan a controlar directamente pisos ecológicos diversos estableciendo colonias permanentes en el valle interandino del Cuzco y de Moquegua en la vertiente occidental de los Andes, estrategia de desarrollo posteriormente consolidada y potenciada por los Tiahuanaco.

El Nucleo Principal: Pucará
       La cultura Pucará se caracterizó por una jerarquía de sitios compuesta por nucleo principal, varios centros de menor tamaño y aldeas dispersas por la cuenca norte del Titicaca.
      
CULTURA PUCARÁ
Pucará, el nucleo principal, estaba constituido por una serie de elementos constructivos característicos:
a) Una densa area donde se ubicaban pequeñas casas rústicas de planta circular elaboradas de piedras unidas con mortero de barro. La densidad de estas casas reflejan una ocupacion permanente y compacta.
b) Un conjunto de estructuras domésticas muy complejas organizadas a modo de recintos cerrados dispersos por la antigua terraza aluvial; que indican especializacion y jerarquia dentro del sitio.
c) Tres conjuntos de estructuras masivas no domésticas.
d) Seis construcciones de forma piramidal escalonada truncada de caracter ceremonial las cuales reflejan una gran concentración de mano de obra y el acceso a suficientes excedente alimenticio como para mantenerla, además de los conocimientos tecnicos para su construccion y la organizacion social y politica para su direccion.
e) Un último sector de túmulos funerarios.
       La estructura más importante es Kalassaya, pirámide de 300 m de largo, por 150 m de ancho y 30 m de altura.
       Pucará está localizado en el centro de zonas alternativas de producción. El altiplano del Titicaca es imprevisible debido a las alternancias climáticas diarias asi como a las irregularidades de los regimenes pluviales anuales. Las zonas ubicada a orillas del lago y hacia el lado oriental del altiplano son mas estables y productivas; mientras que las orientadas hacia el norte y occidente son más inestables y de menor rendimiento. La ubicación de Pucará en el centro de estos dos ejes permitía el acceso inmediato a cualquiera de las alternativas, subsanando cualquier deficiencia productiva y minimizando los riesgos,.
Los centros secundarios y las aldeas
       Coetaneos al sitio mayor de Pucará, y participes en la misma estructura politica, se encuentran otras ocupaciones con caracteristicas diferentes.
       Por un lado, los denominados "centros secundarios", que se caracterizan por tener una arquitectura compleja y refinada, aunque nunca de la misma magnitud que el sitio de Pucará, y que debieron tener una función administrativa. El tercer tipo de asentamiento son aquellos cuyos restos materiales reflejan poca concentración poblacional y ausencia de arquitectura monumental. Se trata de pequeñias aldeas ubicadas en lugares estratégicos en relacion a fuentes de agua, de materia prima y recursos agrícolas y pastorile
Conclusión
       El patrón de poblamiento de la cultura Pucará en el altiplano del Titicaca, muestra una organización jerarquizada en tres niveles. Podemos pensar que las aldeas dispersas cumplieron probablemente con la extracción de materia prima y producción de recursos basicos de subsistencia, los "centros secundarios" una funcion de captación y redistribución, y el gran centro urbano-ceremonial una función de procesamiento de materia prima y de producción y redistribución de bienes y servicios de recursos urbanos.


miércoles, 13 de marzo de 2019

CALIDADES Y CONDICIONES MÁS CARACTERÍSTICAS DE LOS INDIOS PAMPAS Y AUCACES


CALIDADES Y CONDICIONES MÁS CARACTERÍSTICAS DE LOS INDIOS PAMPAS Y AUCACES

 
CALIDADES Y CONDICIONES MÁS CARACTERÍSTICAS DE LOS INDIOS PAMPAS Y AUCACES

 

Extracto del “Diario que el capitán, don Juan Antonio Hernández ha hecho, de la expedición contra los indios teguelches, en el gobierno del señor don Juan José de Vertiz, gobernador y capitán general de estas Provincias del Río de la Plata, en 1.º de octubre de 1770” De Colección de viajes y expediciones a los campos de Buenos-Aires y a las costas de Patagonia de  Pedro de Angelis



Primeramente, son de estatura, por lo regular, dichos indios mediana, de cuerpo robusto, la cara ancha y abultada, la boca mediana, la nariz roma, los ojos pardos, y sanguinolentos, la frente angosta, los cabellos lacios y gruesos, la cabeza por atrás chata.
Su vestimenta se compone de muchos cueritos de zorrillos, pedazos de león, y otros de venado, los que van ingiriendo, y hacen uno de dos y media varas de largo, que le llaman guavaloca, y nosotros quiapí, con lo que se cubren desde el pescuezo hasta los tobillos, fajándose por la cintura con una soga de cuero de potro, y cuando tienen frío o llueve, lo alzan y quedan tapados.
Las indias gastan quiapí, lo mismo que los indios, con la diferencia de que no lo atan por la cintura, sino por el pescuezo, que lo apuntan con unos punzones de fierro pequeños, teniendo las cabezas de ellos como espejos de plata o de hoja de lata, y desde la cintura un tapa-rabo corto, a medio muslo por delante. Gastan y quieren mucho los abalorios, cuentas de cualesquiera calidad y cascabeles, con los que hacen gargantillas en pescuezo, muñecas y piernas, tanto las mujeres  como los indios. Su comida se reduce a comer yegua, caballo, avestruces, venado y cuanto animal encuentran, pero lo que más apetecen es la yegua, y si se ven afligidos, la comen cruda. Principalmente procuran para almorzar cazar un venado, y apenas lo bolean (pues es su modo de cazar), le agarran de las piernas y le dan contra el suelo un golpe, y dándole un puñetazo en cada costillar, lo degüellan, no permitiendo que le salga sangre alguna, sino que se le vaya introduciendo todo por el garguero, y medio vivo lo abren por entre las piernas, cosa que quepa la mano, y echándole fuera todas las tripas, sacan la asadura entera y se la comen como si estuviera bien guisada, sorbiéndose el cuajo, como si fuera un pocillo de chocolate. El sebo, panza y lebrillo de la vaca lo comen crudo y gustan mucho de ello, de suerte que cuando hacen invasión en nuestras fronteras, no son sentidos, porque como no necesitan de fuego para comer, se introducen con facilidad.
Son sumamente viciosos en toda clase de vicio; son grandes fumadores; el aguardiente lo beben como agua, hasta que se privan enteramente; beben mucho mate, y luego se comen la yerba, y con la bebida se acuerdan de todos los agravios que han recibido ellos y sus antepasados, las peleas que han tenido y las invasiones que han hecho; todo lo cantan y otros lloran, que es una confusión oírlos. Luego que se levantan de mañana se van al río o laguna que tienen más inmediata, y se echan unos a los otros gran porción de agua en la cabeza, con lo que se retiran a dormir.
Sus armas, de que usan, son lanzas y bolas, en lo que son muy diestros, y tienen sus coletos y sombreros de cuero de toro, que con dificultad le entra la lanza, y ésta ha de ser de punta de espada: algunos usan cota de malla, pues se contaron hasta nueve. Entre ellos su modo de insultar es al aclarar el día, guardando un gran silencio en su caminata, pues si se les ofrece parar por algún acontecimiento, con un suave silbido para todos, que no se llega a percibir aun entre ellos rumor alguno, y llegando a vista del paraje que van a invadir, pican sus caballos, y a todo correr, metiendo grande estrépito y algazara, no usando formación alguna sino que cada cual va por donde quiere. En cuanto al despojo, el que más encuentra ése más lleva, y al retirarse, llevando la presa, aunque maten a sus mejores amigos o parientes, no vuelven a defenderlos, sino que cada uno procura caminar sin aguardarse unos a los otros, llevando a las indias con ellos para que éstas se hagan dueñas de las poblaciones que invaden, y roben lo que pudieren, mientras ellos pelean.
En cada toldería tienen su adivino, a quien llevan consigo cuando  van a invadir alguna parte, y mientras no están cerca, por las tardes o a la noche, se ponen a adivinar. El modo es clavar todas sus lanzas muy parejamente, y al pie de ellas es que su dueño sentado, poniéndose enmedio, al frente el adivino, y detrás de él todas las indias, y teniendo en la mano dicho adivino un cuchillo, comenzándolo a mover como el que pica carne, entona su canto al que todos responden, y de allí a media hora, poco más o menos, comienza el adivino a suspirar y quejarse fuertemente, torciéndose todo y haciendo mil visajes, siguiendo los demás dicho canto, hasta que allí a un rato, que pega un alarido muy grande, se levantan todos. Preguntándole el cacique, (quien está en la derecha del mencionado adivino, con un machete en la mano) sin mirarlo a la cara, todo lo que él pretende saber, él le va respondiendo lo que le da gana, y esto lo creen tan fuertemente, que no hay razones con que convencerlos, aunque les sale todo nulo; pues están persuadidos que con aquel canto que hacen vieron el gualichu, que así llaman al diablo, y que éste se introduce en el cuerpo del adivino, y les habla por él, revelándole todo lo que quieren saber. Después de concluido le dan a beber un huevo de avestruz crudo, y agua, haciéndole fumar tabaco, que es el regalo que le hacen al gualichu, dándole al adivino vómitos fingidos; y entonces comienzan a gritar todos, y echando fuego al aire, que tienen prevenido, se despiden de dicho gualichu, que dicen sale del cuerpo del adivino, y se retiran a sus toldos.
Sus médicos son como los adivinos, pues estando alguno enfermo, sea del mal que fuese, llaman a la médica, y puesta al pie del enfermo y todos los amigos y parientes en rueda, toma la dicha médica unos cascabeles en la mano y comienza a sonarlos, cantando al mismo tiempo, a lo que todos responden; y de ahí a poco rato comienza a quejarse y torcerse toda con muchos visajes, y comenzando a chupar la parte que al enfermo le duele; está así mucho rato, prosiguiendo los demás cantando. La médica escupe y vuelve a chupar, siendo ésta la medicina que le aplican; y vimos en una ocasión que una gran médica de éstas dejó a la mujer del cacique Lincon, tuerta, de tanto chuparle un ojo, por haberle ocurrido en él un humor; esto lo sobrellevan muy gustosos, en la inteligencia que pende del gualichu.
Las casas o poblaciones son de estacas de tres varas, y cueros de caballos por los lados y techos, que ellos les llaman suca y nosotros toldos. En cada una vive una familia, y en medio de dichos toldos tiene el cacique su habitación, la que no es fija, pues en un paraje viven un mes, en otros quince días o veinte, con cuyo motivo es difícil dar con ellos.
No tienen subordinación a sus caciques, pues cuando quieren, dejan a uno y van a vivir con otro; y si el cacique emprende o tiene que hacer alguna empresa, a todos se lo comunica y cada uno da su parecer.
Cada uno tiene las mujeres que pueda comprar, y viéndose aburrido de ellas las vende a otros; y si llegan a tomar algunas cautivas, luego que llegan a sus toldos se casan con ellas; y si dichas cautivas, mas que sean indias, no van contentas, luego las lancean y las arrojan del caballo, y aunque estén medias vivas, las dejan.
El trabajo de ellos se reduce a tornar yeguas y potros silvestres, cazar zorrillos, leones, tigres y venados, de cuyas pieles hacen las indias quiapís y guasipicuás, y de las plumas de avestruz hacen plumeros, siendo ellas las que todo lo trabajan, pues les dan de comer, cargan las cargas, mudan los toldos y los arman; y aunque las vean los indios, quienes están echados de barriga, no se mueven a ayudarlas en nada; antes sí, si es poco sufrido, se levanta, y con las bolas que nunca las dejan de la cintura, le dan de bolazos, y a esto no llora ni se queja la india.


viernes, 7 de diciembre de 2018

EL PUEBLO QUE INVENTÓ EL CERO

EL PUEBLO QUE INVENTÓ EL CERO

EL PUEBLO QUE INVENTÓ EL CERO
Fue un pueblo que tuvo su infancia cultural en la Edad de Piedra y nunca conoció el principio de la rueda. Sin embargo, prosperó hasta niveles intelectuales y artísticos que ninguna otra raza en las antiguas Américas pudo alcanzar.
Sabían calcular los movimientos de los planetas y predecir eclipses con una exactitud que no volvió a repetirse hasta el siglo XX. Su sistema matemático no fue siquiera igualado por el antiguo Egipto. Podían contar de millones en millones y emplearon el concepto del cero 1.000 años antes que el resto de la humanidad. Pero su sabiduría envolvía paradojas.
Jamás fueron capaces de construir un arco de gran resistencia en sus edificaciones. Su escritura era aún pictográfica cuando otros pueblos gozaban de una elegante literatura.
Los mayas de Mesoamérica crearon una civilización tan espléndida como original; una cultura cuya brusca desaparición sigue siendo una de las grandes incógnitas de la historia.
No se sabe cómo se transformaron de primitivas comunidades de agricultores y pescadores hacia el año 1500 antes de J.C. en el poderoso imperio, cuyas numerosas ciudades se desparraman por territorios de Honduras, de Guatemala y del sudeste de México. Pero lo hicieron y lo hicieron solos.
En el transcurso de los siglos, los mayas fueron depurando un sistema social rigurosamente distribuido en clases: en primer lugar, una nobleza hereditaria bajo el mandato de un rey sacerdote; a continuación, los trabajadores comunales libres y, finalmente, los esclavos que eran en general prisioneros aprehendidos en campaña. Los cautivos importantes, sin embargo, servían de sacrificio humano al dios creador Hunab Ku.
Sólo empleaban tres símbolos matemáticos: el punto representaba la unidad; la barra, el cinco, y la concha, el cero. Pero con ellos calculaban cifras de millones, empleando un sistema de posiciones. Así como en nuestro sistema decimal las posiciones de derecha a izquierda aumentan de diez en diez, en el sistema maya vigesimal los valores de las posiciones aumentaban de veinte en veinte, de abajo arriba.
El calendario maya arranca de un día del año 3113 antes de J.C. y contaba el número de días que desde entonces se habían sucedido, pero se ignora el motivo por el que eligieron esa fecha mítica como punto de partida cuando empezaron a llevar la cuenta más de 3.400 años después. En lugar de semanas, meses y años, los mayas observaban el hin (un día), el uinai (20 días), el tun (360 días), el katún (7.200 días) y el baktún (144.000 días).
Sus ciudades albergaban hasta 40.000 habitantes y vivían de un complicado sistema de comercio.
De repente, sin que pueda explicarse la razón, hacia el principio del siglo X de nuestra era la civilización maya llamada «clásica» se desintegró. Las ciudades fueron abandonadas y sólo dos siglos más tarde florecieron de nuevo grandes centros urbanos (Chichén-Itzá, Uxmal) en las tierras bajas del norte de la península de Yucatán. Se han formulado numerosas hipótesis que tratan de explicar esta caída, pero todas son puras conjeturas.
Una supone que el sistema agrícola se hundió al agotarse el suelo y ser invadido por la selva. Otros sugieren terremotos, enfermedades o invasiones procedentes del altiplano central de México. También es posible que se produjeran violentos levantamientos populares contra las clases dirigentes, hipótesis que parece confirmar el hallazgo de mutilaciones deliberadas de las representaciones de dioses y caudillos en algunas estelas de la época clásica. En cualquier caso, la incógnita sigue planteada en el mismo corazón de América.    

jueves, 29 de noviembre de 2018

CACIQUE INACAYAL



CACIQUE INACAYAL 


CACIQUE INACAYAL
 
INACAYAL nació hacia 1835 y su nombre es de origen gününa-küne (tehuelche del norte). (ina: del verbo seguir; ka: otro, otra; yal: prole).

Su conducta valió los elogios del Perito Francisco Moreno que lo encontró prisionero en los cuarteles de Palermo, en Buenos Aires, una vez desalojado de sus tierras a orillas del Nahuel Huapi, en 1885. En 1886 consiguió llevarlo a vivir bajo su protección, junto con el cacique Foyel y su familia, al museo de La Plata, donde murió el 24 de septiembre de 1888.
 
CACIQUE INACAYAL
La expedición de Roca se componía de alrededor de 6.000 soldados distribuidos en cinco divisiones dotadas del armamento más avanzado de la época. La arremetida del ejército fue incontenible. Una avalancha de saqueo y despojo inexorables. 
  De acuerdo con la Memoria del Departamento de Guerra y Marina de 1879, el resultado de la expedición en su primer año fue: 5 caciques principales prisioneros; 1 cacique principal muerto (Baigorrita); 1.271 indios de lanza prisioneros; 1.313 indios de lanzas muertos; 10.513 indios de chusma prisioneros; 1.049 indios reducidos.

    A pesar de todo, el indígena combatió con furia desesperada. Grito de desesperación que se manifestó, por ejemplo, el 29 de junio de aquel 1879 cuando 60 araucanos se arrojaron con ira sobre un destacamento militar luego de atravesar el congelado Río Neuquen. Al decir de Juan Carlos Walter, en su obra La conquista del desierto: "la muerte inesperada del jefe originó su retirada, pero no cabe duda que en pleno invierno cruzar un ancho río antes de aclarar, casi en presencia del enemigo montado en pelo y desnudo, es un ejemplo que escapa a los de orden común".

   En 1884 el cacique Namuncurá se rindió con 331 de sus hombres. Pero Sayhueque e Inacayal estaban dispuesto a batallar hasta el fin. En la Memoria del Departamento de Guerra y Marina se afirma que: 
    "...se habían invitado recíprocamente con Sayhueque que estaba en el Norte para unirse y pelear a las tropas hasta morir. Que la vigilancia que se tenía en los toldos era grande, y que ellos no se separaban los hombres más que en reducido número y por pocas horas para bolear, teniendo al propio tiempo el encargo de bombear el campo y cortar rastros en todos los rumbos".

   Al unirse los caciques, acordaron una enérgica resistencia:
  "en Schuniqueparia había tenido lugar un gran parlamento, al que concurrieron Inacayal, Foyel, Chagallo, Salvutia Rayel, Nahuel, PichiCuruhuinca, Cumilao, Huichaimilla, Huenchunecul, Huicaleo y otros caciques en representación de su tribu y Sayhueque con todos sus capitanejos...Que el parlamento se arribó a la conclusión de no entregarse ninguno a las fuerzas del gobierno y de pelear hasta morir, debiendo prestarse recíproco apoyo las tribus entre sí. Que la señal de alarma convenida era prender fuego en los cerros, y que según su número y situación tenían su inteligencia explicativa, cosa que solo era conocida por los caciques..."
    
El 18 de octubre de 1884, rugió la batalla final. Los caciques Inacayal y Foyel atacaron al teniente Insay. Perdieron 30 guerreros y cayeron prisioneros. Conciente de la derrota irreversible, Sayhueque se rindió con 700 de sus guerreros en Junín de los Andes.
 
Junto con sus hermanos, mujeres e hijos, ambos caciques fueron llevados, en 1886, a vivir al Museo de la Plata. El Dr. Moreno, fundador de la institución, intentaba de esta manera retribuirles su hospitalidad.     

"Y un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el majestuoso propíleo de aquel edificio (...), sostenido por dos indios, apareció Inacayal allá arriba, en la escalera monumental; se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia el sur; habló palabras desconocidas y, en el crepusculo, la sombra agobiada de ese viejo señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un mundo. Esa misma noche, Inacayal moría, quizas contento de que el vencedor le hubiese permitido saludar al sol de su patria". Clemente Onelli. Fue el 24 de septiembre de 1888.

Cuando al año siguiente se abrieron al público las puertas del Museo de la Plata, Inacayal no era más que una curiosidad etnológica con el Nº 5438. Un siglo despues en 1994, fue enterrado en Tecka, provincia de Chubut. 
 
 
http://www.temakel.com/ghsurchaco.htm
http://64.233.187.104/search?q=cache:_RVs92pHmTcJ:www.patagoniaexpress.com/tecka.htm+CACIQUE+INACAYAL&hl=es


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lunes, 19 de noviembre de 2018

DESCUBRIMIENTO DEL POTOSÍ


DESCUBRIMIENTO DEL POTOSÍ

 

           
DESCUBRIMIENTO DEL POTOSÍ
 EL Inca Huayna Capac, tal vez el más poderoso y sábio de los que produjo la familia real incásica, salió una vez del Cozco, acompañado de un ejército de 30,000 guerreros y se dirigió al Sur, proponiéndose conquistar nuevas comarcas y reinos que agrandasen el poderoso imperio de los hijos del Sol.
            Llegados á el alto Perú, muchas fueron las naciones que voluntariamente se sometieron al vasallaje; conocían perfectamente que eran invencibles las armas de los conquistadores y sabían que del sometimiento voluntario solo les resultarían beneficios.
           
DESCUBRIMIENTO DEL POTOSÍ
En sus excursiones llegó á Tarapaya y después de bañarse en las aguas de la gran laguna sagrada hecha construir por el Inca Maita Capac pasó á situarse en Cantumarca, pueblo que existe aún en las proximidades de la ciudad de Potosí, donde mandaba entonces una reina llamada Colla ó Coilla (Mina de Plata).
            Asegurada con facilidad la soberanía del Inca en la comarca; que era el tal gobernante muy diestro en someter á su capricho las beldades reinantes de los pueblos convecinos, admiró el gran cerro que tenía á su frente, cuya hermosa configuración y las tonalidades multicolores de sus faldas, sombrean á veces caprichosas nubes, dejando ver en lo alto la elevada cúspide coronada de nieves eternas.
            La belleza del cuadro y el significativo nombre de Potoxi, que daban al cerro los naturales y que quiere decir Manantial de plata picó la curiosidad del Inca, que mandó varias expediciones compuestas de vasallos á explorar aquellas cumbres.
            Los naturales avisaron á los expedicionarios que el cerro era sagrado y que no tardaría en manifestar su enojo, porque hubiesen hombres tan audaces que se permitieran escalar sus faldas y averiguar sus secretos.
            Huayna Capac insistió en su orden, haciendo presente que su voluntad y su poder emanaban de Pachacamac y que era hijo del Sol. Estas afirmaciones parecieron tranquilizar un tanto á los naturales de Cantumarca, pero apenas los expedicionarios habían empezado á escalonar las cuestas, una tormenta se formó en la altura y se desencadenaron relámpagos y rayos acompañados de ruidos aterradores que resonaban siniestramente dilatando sus ecos por las hondas cavidades de los cerros.
            La reina Colla aterrada, vino entonces á presencia del Inca y le dijo afectuosamente: «Poderoso señor del gran Imperio, Pachacamac, espíritu del mundo, ha destinado esas riquezas para otra gente llamada Viracocha y te pido no insistas en mandar á las cumbres tus vasallos, pues el Sol dejará de alumbrarnos.»
              

          
DESCUBRIMIENTO DEL POTOSÍ
  Huayna Capac accedió al pedido de la reina y mandando á su gente que volviera, ordenó que ningún indio subiese á la montaña en adelante.
            Pasó mucho tiempo.
            Una tarde el indio Hualpa (Gallo) que no conocía la orden de Huayna Capac, viajaba por las proximidades de Potosí y perdió en esos caminos una llama; púsose á buscarla y le tomó la noche en las solitarias alturas. Resuelto el pobre mozo á seguir buscando su bestia tan pronto como amaneciera el día siguiente, juntó leña y armó una fogata para calentar su cuerpo durante aquella noche que era en exceso fría.
            Cuando el nuevo día empezó á clarear preparóse Hualpa para seguir el rastro de su llama, cuando se apercibió que el fuego había derretido una cantidad de mineral de plata que formaba en el suelo una gran plancha.
            Hualpa encontró su llama y volvió á su casa llevando con sigo la preciada carga y por mucho tiempo conservó el secreto de aquella rica mina; pero los españoles viéndolo poseedor de un mineral cuyo origen ignoraban lo espiaron y lo siguieron á todas partes, llegando por fin á descubrir y apoderarse del secreto del indio.
            Centeno fué el primer español que puso sus pies en el cerro del Potosí, cuya celebridad y riqueza ha llenado el mundo por espacio de tres siglos y mucho nos tememos que el Hualpa de que habla esta leyenda, sea, por su buena y rápida fortuna, aquel Hualpa de Yocalla á quien la tradición le atribuye la gloria de haber hecho construir un puente al Diablo sin que en retribución pudiese el espíritu de las cavernas conquistarse su alma.
FUENTE: Leyendas de los indios Quichuas Filiberto de Oliveira Cézar, 1892

domingo, 18 de noviembre de 2018

INDIOS SANAVIRONES


INDIOS SANAVIRONES
INDIOS SANAVIRONES
Ubicación: podemos ubicar a esta cultura en la depresión de la laguna de Mar Chiquita, en Córdoba. Por el norte llegaban hasta el río Salado, donde comenzaban los Tonocotés. Al sur se extendían por el río Suquia o Primero. Al oeste limitaban con la sierra de Sumampa y el limite oriental coincidía con los actuales límites entre las provincias de Santiago del Estero y Santa Fe.
Étnicamente pertenecían al grupo Amazónido, y al llegar al territorio debieron dominar, rápidamente, a los huárpidos originales. 

VIVIENDA: Construyeron ranchos o chozas apuntaladas por cuatro horcones clavados en tierra. El techo, fabricado con palos, ramas y pajas, estaba sostenido sobre estos horcones. Para levantar las paredes usaban adobe crudo o tierra apisonada. Cubrían las aberturas con puertas de caña o cueros. Eran viviendas grandes agrupadas en pequeños poblados, protegidos o rodeados por cardones o arbustos espinosos.

Economía: adoptaron sistemas andinos de cultivos, a los que complementaron con caza, pesca y recolección. Entre las armas utilizadas por los Sanavirones encontramos la macana, que era una especie de garrote triangular con protuberancia en un extremo, también usado como elemento de defensa personal en las guerras indígenas. 

Costumbres: las numerosas excavaciones realizadas sacaron a la luz numerosos trabajos de alfarería que ponían de manifiesto dos tipos de cerámica: una negra grisácea y otra grabada. Los Sanavirones vivieron en casas muy grandes donde cabían hasta quince soldados con sus respectivos caballos. Se construían con vegetales y cada una albergaba a varias familias.
Las viviendas se reunían en pequeños grupos que se rodeaban de cardones y otras arboledas espinosas que servían de protección. Su extinción tuvo lugar hacia el siglo XVII. 
Eran agricultores sedentarios, cuyos cultivos principales fueron el maíz y los porotos. Su dieta se complementaba con la recolección de la algarroba y el chañar, la pesca, la cría de llamas y la caza del avestruz.
Su cerámica era de color negro grisácea, con motivos geométricos e impresiones de telas y cestería. Este último dato implicaría que los sanavirones conocían el hilado y el tejido, además de haberse encontrado varias piezas de rueca, propias de un telar rudimentario. Tanto para la caza como para la guerra, sus armas fueron el arco y la flecha en hueso y piedra, también, la macana, la maza y la boleadora.



lunes, 5 de noviembre de 2018

CACIQUE GALVARINO


CACIQUE GALVARINO

CACIQUE GALVARINO
Galvarino es conocido como uno de los personajes más valientes que participó en el proceso de la Conquista en el bando de los Araucanos.
Galvarino ((en mapuche: Kalwarëngo, ‘mecha molida de choclo’)?1 o Kallfürüngi, "colihue azul") 
(La Araucanía, ? - 1557) Cacique araucano, lugarteniente de Caupolicán. Aunque apenas se conocen datos acerca de su vida, Galvarino fue uno de los caciques araucanos más importantes. Estaba integrado a la tropa de los caciques Lautaro y Caupolicán, durante el conflicto de los aborígenes contra los españoles hacia el año 1553.
Para aquel entonces, los araucanos habían conseguido salir victoriosos en varias acciones, de las cuales se destaca la Batalla de Tucapel, en la cual vencieron los aborígenes. La victoria de Lautaro y Caupolicán en Tucapel, les permitió dar captura a Pedro de Valdivia, quien para el momento era el gobernador de Chile.
Cuando cayó Valdivia, se produjo un periodo de inestabilidad gubernamental; se cree que Jerónimo de Alderete pudo haber sucedido al gobernador asesinado, pero al parecer fue García Hurtado de Mendoza, quien recibiera el nombramiento oficial. El propósito de Hurtado, sería el de devolver la paz en la región.
Galvarino combatió heroicamente a las fuerzas españolas del gobernador García Hurtado de Mendoza, pero fue capturado en la batalla de Lagunillas (1557), junto al río Biobío.
Este cacique fue mutilado por los españoles y asumió valientemente la condena. 
Momento de la Mutilación
Cuando supo la sentencia, sería mutilado, miró con arrogancia y desafiante al jefe de los conquistadores y avanzó sin temor al lugar donde se iba a someter al cruel suplicio.
Llegado el momento, Galvarino colocó uno de sus brazos sobre una gruesa rama de árbol y espero el golpe del hacha. Puso enseguida con la misma calma la otra mano y entonces nuevamente desafiante puso su cabeza sobre la rama para que también se la cortasen, como eso no pasó trató de cobardes y traidores a los Indigenas que ayudaban a los españoles. Luego, sangrando se fue caminando en busca de su gente.  
Este hecho fue el que el poeta español Alonso de Ercilla narró en La Araucana, señalando que, luego de este acto, "con desdén y menosprecio dello alargó la cabeza y tendió el cuello" para que le quitaran la vida cortándole la cabeza; sin embargo, fue perdonado y regresó con los suyos, jurando vengarse.
Se dice que sin manos Galvarino fue casi tan poderoso como se había conocido. Además, había conseguido que sus seguidores se manifestaran con mayor fuerza. Al parecer, estaba preparado para alzar las armas como su cuerpo mutilado se lo permitiese y con su arenga reunió el valor de un gran ejército.
Muerte de Galvarino
El cronista Mariño de Lobera afirma que "fue tanto el coraje en que estaba emperrado, que ya que le faltaron las manos, peleó más fuertemente con la lengua, la cual suele ser más eficaz para hacer guerra que las manos de los Hércules y las industrias de los Césares". En el combate de Millarapue, el 30 de noviembre de 1557, luego de un cruel enfrentamiento, fue capturado junto con otros jefes indígenas, y el gobernador García Hurtado de Mendoza, como medida punitiva, lo mandó ahorcar.
Pero el poeta Alonso de Ercilla se esforzó por librarlo de la muerte, alegando que le había visto pasarse a las filas españolas. Galvarino le respondió descubriendo sus brazos mutilados que había tenido ocultos bajo su manta,y  Galvarino, con gran repudio hacia los españoles con las siguientes palabras: "Prefiero morir a recibir la vida de vosotros, y sólo siento la muerte por no haber podido haceros pedazos con los dientes".. Los conquistadores se exaltaron al ver la soberbia del cacique y apuraron el sacrificio. Algunos historiadores chilenos, sin embargo, creen que Galvarino se suicidó para privar a sus enemigos del placer de matarle.

jueves, 1 de noviembre de 2018

SIGNIFICADO DE “CHE"

SIGNIFICADO DE “CHE"

SIGNIFICADO DE “CHE"
La palabra CHE significa Gente en los idiomas Quechua, Mapuche y Tehuelche, y significa hombre en Guaraní.       
Los argentinos la utilizamos para llamar la atención: CHE vení. 
El Che es una forma de tuteo o de hablar de vos, o sea una forma familiar, amigable.
Esta palabra que se ha hecho tan común en nuestro país ha llegado a identificarnos en el mundo entero, y sobre todo en América donde nos conocen como "Los Che" y el mejor ejemplo e el "Che Guevara" que equivalía casi a decir el Argentino Guevara.
  

Varios tangos usaron el CHE en sus títulos: "Che bandoneón", "Che papusa, oí", "Che, Mariano", Che, tango, che", "Che, Cipriano".

El duende de tu son, CHE BANDONEON,
se apiada del dolor de los demás
y al estrujar tu fueye dormilón
se arrima al corazón que sufre más.

En este CHE está reflejado todo el cariño, todo el amor que el bandoneón despierta. Por eso Homero Manzi conversa con él en una intimidad donde no cabe ni siquiera el vos, porque el CHE es el más íntimo de los tratamientos.
 
  

Y en "CHE papusa, oí", si bien hay un dejo de reproche en el:
"si entre el lujo del ambiente
hoy te arrastra la corrientes,
mañana te quiero ver"

también hay un tratamiento cariñoso que proviene de este "CHE" misterioso y afectuoso que parece no aceptar ser aplicado en forma
despectiva o maliciosa
  
  

viernes, 13 de abril de 2018

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN


EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!

sábado, 12 de noviembre de 2016

EL CABALLO Y EL INDIO

EL CABALLO Y EL INDIO


EL CABALLO Y EL INDIO


Los primeros indios se encontraron con los equinos que quedaron de la expedición de Mendoza, aprendieron a amansarlos, y de esa unión hombre-caballo resultó una poderosa combinación que implicó una revolución de las estructuras sociales, políticas y económicas de los nativos de la pampa y de los araucanos que llegarían de Chile.

En el período anterior al conocimiento del caballo, el hábitat de los aborígenes era reducido a consecuencia de la falta de movilidad.

Gracias al caballo el territorio se agrandó enormemente y las técnicas de caza se perfeccionaron, con el rodeo de los animales salvajes.

En la guerra se reemplazó el arco y la flecha por la lanza y se usaron armaduras de cuero de equino.

Las actividades económicas se convirtieron en predadoras, porque se basaron en el robo de ganado.

El rol de la mujer cambió fundamentalmente al ser liberada del transporte de enseres, para dedicarse al grupo familiar y los trabajos en los toldos.

La alimentación cambió haciéndose en base a la carne del equino.

Y algo muy importante: el incomparable adiestramiento de sus caballos les permitió tener grandes ventajas cuando hubieron de enfrentarse con los cristianos.

Cuando regresaban a las tolderías, luego de un malón, los indios apartaban los caballos robados y los soltaban en el monte a pastorear; después los sometían al más duro aprendizaje para seleccionar los mejores. Ensillados, al salir el sol, los hacían galopar velozmente por terrenos difíciles -hondonadas, médanos o zonas pantanosas- hasta agotarlos. A continuación los ataban a un poste y los dejaban sin comer ni beber durante un día. Los caballos que resistían estas pruebas se volvían tan dóciles como infatigables y podían secundar eficazmente al indio en sus invasiones".( Párrafo extractado de la obra  "Descripción de la Patagonia", de Tomás Falkner
El español llegó al Río de la Plata con un elemento valioso para la guerra: el caballo.

Este animal causó espanto entre los indígenas, hasta que se acostumbraron a pelear con los europeos; entonces, tomándolo de las riendas hacen caer al jinete, pero para llegar a esto pierden muchas vidas.

El coronel  Wlather dice en su libro La conquista del desierto: «Antes de la introducción del caballo en las pampas, andaban y combatían a pie, pero cuando adaptaron el cuadrúpedo a sus costumbres, se convirtieron en habilísimos jinetes, transformando a los equinos en valiosos auxiliares para la guerra. Ello les permitió ganar movilidad y rapidez de acción en sus correrías».

Sobre los caballos de los indios de la pampa, una de las primeras referencias se encuentra en lo que escribiera el virrey Ceballos en 1777, al referirse al plan que quiso poner en práctica contra los enclaves indígenas. Allí dice: «Yo medito que se haga una entrada general en la vasta extensión a donde se retiran y tienen su madriguera estos bárbaros, favorecidos en la gran distancia y en la ligereza y abundante provisión de caballos de que están provistos».

Un párrafo de la memoria del virrey Vértiz, a su sucesor el marqués de Loreto, escrito en 1784, explica: «(…) Que los indios forman cuerpos errantes, sin población ni habitación determinada; que carecen de todos los bienes de fortuna, que no aprecian comodidades; que se alimentan de yeguas y otros animales distintos de los que usamos nosotros (…)>>.

Está claro, por lo que escriben los virreyes, que en la segunda mitad del siglo XVIII era bien conocido que los indios disponían de muchos y buenos montados, y que se alimentaban con carne de yegua. Con respecto a la forma como amansó el caballo el indio, y como lo entrenó para la lucha, se ha escrito mucho, por lo que a continuación sólo nos referiremos a los autores que expresaron mejor esa habilidad, recordando que para varios entendidos en la materia, aquél superó al gaucho en ese aspecto.

El capitán F.B. Head, en su libro Las Pampas y los Andes, escribe al respecto:«Los gauchos, que son magníficos jinetes, declaran todos que es imposible correr con un indio, porque los caballos de los indios son mejores que los suyos, y también que tienen una forma de impulsarlos por medio de gritos y de movimientos peculiares de sus cuerpos, que, aun si cambiaran los caballos, los indios ganarían».

 Martiniano Leguizamón hizo notar por su parte que «el indio fue el maestro del gaucho en el manejo del lazo y de las boleadoras».

Lucio V. Mansilla escribió: «Los indios no echaron pie a tierra. Tienen ellos la costumbre de descansar sobre el lomo del caballo. Se echan como en una cama. haciendo cabecera del pescuezo del animal, y extendiendo las piernas cruzadas en las ancas, así permanecen largo rato, horas enteras a veces.
Ni para dar de beber se apean; sin desmontarse sacan el freno y lo ponen. El caballo del indio, además de ser fortísimo, es mansísimo. ¡Duerme el indio!, no se mueve. ¡Está ebrio”, le acompaña a guardar el equilibrio. ¡Se apea y le baja la rienda”, allí se queda. ¡Cuánto tiempo”, todo el día. Si no lo hace es castigado de modo que entienda por qué. Es raro encontrar un indio que use manea, traba, bozal y cabestro.
Si alguno de esos útiles lleva, de seguro que anda redomoneando a un potro, o es un caballo arisco, o enseñando a uno que ha robado en el último malón. «El indio vive sobre el caballo, como el pescador en su barca: su elemento es la Pampa, como el elemento de aquél es el mar. (…) Todo cuanto tiene dará el indio en un momento crítico por un caballo.»



 El dibujo es el cuadro “Palenqueando” del prestigioso pintor  Enrique Castells Capurro