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miércoles, 22 de mayo de 2019

LA REVOLUCIÓN DE MAYO FUE UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-


LA REVOLUCIÓN DE MAYO FUE UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-


LA REVOLUCIÓN DE MAYO FUE UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-

Conozcamos la historia, la verdadera historia.


Los verdaderos héroes de la misma fueron Belgrano, Castelli, Arzac, Vieytes, French, Berutti, Nicolás Rodríguez Peña, y la Legión Infernal, con sus chisperos y manolos, y no quién nos vendió la historia oficial. Por eso se encargaron de enterrar en la semi oscuridad a casi todos de ellos, salvo a la gran figura de Manuel Belgrano.

Eran la JP de mayo, y los comió la revolución.

Cuando el  14 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirman los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español. 
También trajo la noticia de que América había dejado de ser una colonia española para pasar a ser una provincia de ultramar, y llamaba a realizar Juntas, destituyendo Virreyes.
Toman conocimiento de que la Junta de Sevilla había resuelto saber a las tierras de América que no son colonias sino provincias con igualdad de derechos. Y convoca a los pueblos americanos a que se organicen en Juntas (28 de febrero de 1810).

Fue la chispa que necesitaba la revolución para estallar.

La noche del 18 los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación de en que quedaba el virreinato después de los hechos de España y nombrar nuevas autoridades. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros y pidan la convocatoria a cabildo abierto.

El Sábado 19 y sin dormir, por la mañana Manuel Belgrano le pidió al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva. El domingo 20 el por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey trató a los jóvenes de insolentes y atrevidos y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó "Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo.

Pero la juventud no tenía paciencia.

Conf. Galasso: “El 21 de mayo, cuando el Cabildo está reunido en sesión ordinaria, la presión popular se acentúa: "apenas comenzada la sesión, un grupo compacto y organizado de seiscientas personas, en su mayoría jóvenes que se habían concentrado desde muy temprano en el sector de la Plaza lindero al Cabildo, acaudillados y dirigidos por French y Berutti, comienzan a proferir incendios contra el virrey y reclaman la inmediata reunión de un Cabildo Abierto. Van todos bien armados de puñales y pistolas, porque es gente decidida y dispuesta a todo riesgo. Actúan bajo el lema de Legión Infernal que se propala a los cuatro vientos y no hay quien se atreva con ellos".

Continuando con este autor: “No hay pues medulosos cambios de ideas, ni buenos modales, ni patricios respetables polemizando únicamente, con sesudos abogados, sino un grupo de privilegiados dispuestos frenéticamente a resguardar con uñas y dientes sus fortunas y su posición social, frente a otro grupo, intrépido y fogoso, animado por el espíritu de la revolución.

Castelli afirmaba: "Aquí no hay conquistados ni conquistadores, aquí no hay sino españoles los españoles de España han perdido su tierra. Los españoles de América tratan de salvar la suya. Los de España que se entiendan allá como puedan... Propongo que se vote: que se subrogue otra autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de los franceses, que será independiente si España queda subyugada".

El 22 de mayo se vota. Permite el alcalde votar solo a 69 partidarios casi todos ellos del Virrey. Y se vota una Junta adicta con “El Sordo” a la cabeza.

La juventud revolucionaria no está dispuesta a permitir. Tampoco deciden que hacer deliberando en la casa de Nicolás Rodríguez Peña. Cuanta Tomas Guido “en estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: "Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas."..

Cisneros renuncia. Pero como siempre pasa, los absolutistas reaccionan, y convocan a nuevo cabildo para el 25 de mayo.

Los cabildantes se reúnen, pero los jóvenes revolucionarios no van a aceptar nuevos fraudes a su voluntad.

Antonio Luís Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo "Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada."
No Juventud de la Legión Infernal no les dejó margen para otra cosa.

Así se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente: Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu.

Y allí comenzó nuestra historia Grande, nacida en una revolución popular.






miércoles, 23 de mayo de 2018

Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto


Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto

Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto
Amanecieron lunes 21 en la Plaza Mayor bastante porción de encapotados... Comandaban los French, el del Correo y  Beruti, el de las Cajas. Eran 600 hombres bajo el título de Legión Infernal. En efecto, todos estaban bien armados y era mozada de resolución”. Así describe un anónimo testigo, el comienzo de la semana en que se formaría el Primer Gobierno Patrio.

Como especie de fuerza de choque de los ideólogos del movimiento revolucionario, aquellos hombres, provistos de puñales, pistolas y otros elementos de lucha, habían sido reclutados entre las denominadas “clases bajas”. Era gente de acción, dispuesta a lo que viniese. Si bien sus conductores eran conscientes de la postura de las fuerzas criollas, no sabían cuál iba a ser la reacción de los cuerpos peninsulares, en particular el Fijo, cuyo jefe se había pronunciado con tanta decisión por la continuidad del virrey.

Por cierto, en una ciudad de sesenta mil habitantes, aquel número resultaba casi insignificante, pero sin duda su presencia en la Plaza Mayor influyó en la creación de un clima apropiado para la caída del virrey. No conviene desechar la presencia de los chisperos y manolos, como se los llamaba despectivamente, sobre todo porque resulta claro que su convocatoria no resultó espontánea sino resultado de un plan. Tomás Guido expresa en sus memorias que para dar un golpe “se catequizaban individuos de diversas clases; consultándose algunos miembros del clero, cuyo sufragio fue siempre propicio a nuestras libertades, y procurábase el mayor número de adictos para exigir por un movimiento imponente un cambio en la administración, y una junta de gobierno por voto popular”.

Lo cierto es que el procurador del Cabildo, presionado por tan belicosa presencia, les hizo saber que el virrey estaba dispuesto a abandonar el mando. No se conformaron ni French, ni Beruti, ni Arzac, que se sumó al conjunto, por lo que mantuvieron a sus belicosos orilleros y compadritos en el lugar.

La idea de realizar un Cabildo Abierto había ganado fuerza, aunque sin duda en esa asamblea no tendrían lugar los que se hallaban en la plaza sino “la parte principal y más sana del vecindario”, es decir, los militares, clérigos, profesionales, comerciantes y funcionarios.

A las diez de la mañana, los regidores Ocampo y Domínguez cruzaron al Fuerte y obtuvieron el permiso del virrey, quien con bastante astucia, les hizo ver que la opinión del pueblo de Buenos Aires, por sí sola, no resultaba valedera para una decisión de tanta importancia, pues era necesario escuchar a los representantes de todos los cabildos del Virreinato.

Pero los dirigentes revolucionarios ya tenían decidido su curso de acción.

Convocado Saavedra a la sala capitular del Cabildo, para pedirle que “aplicara su celo a evitar todo tumulto y conservar el orden y la tranquilidad pública”, se hizo responsable de que nada ocurriría. A continuación se decidió la convocatoria para el día siguiente y se dispuso imprimir esquelas que serían distribuidas diligentemente a los invitados por los alcaldes de barrio.

Las fuerzas militares, fueron apercibidas y municionadas para que, al día siguiente, controlaran el acceso de los participantes.

Aparentemente, los dirigentes patriotas, que habrían formado una especie de junta de hecho, se asignaron misiones para el 22. Manuel Belgrano debía ubicarse en un lugar visible desde la plaza, pañuelo blanco en mano, para, en caso de producirse algún hecho no deseado, advertir, agitándolo, a los que aguardaban en las inmediaciones.



* Miguel Angel De Marco Presidente de la Academia Nacional de la Historia.

martes, 22 de mayo de 2018

LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-


LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-
LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-

Conozcamos la historia, la verdadera historia.

Los verdaderos héroes de la misma fueron Belgrano, Castelli, Arzac, Vieytes, French, Berutti, Nicolás Rodríguez Peña, y la Legión Infernal, con sus chisperos y manolos, y no quienes nos vendió la historia oficial. Por eso se encargaron de enterrar en la semi oscuridad a casi todos de ellos, salvo a la gran figura de Manuel Belgrano.

Eran la JP de mayo, y los comió la revolución, como sucede habitualmente con sus protagonistas.

Cuando el  14 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirman los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español. 

También trajo la noticia de que América había dejado de ser una colonia española para pasar a ser una provincia de ultramar, y llamaba a realizar Juntas, destituyendo Virreyes.

Toman conocimiento de que la Junta de Sevilla había resuelto saber a las tierras de América que no son colonias sino provincias con igualdad de derechos. Y convoca a los pueblos americanos a que se organicen en Juntas (28 de febrero de 1810).

Fue la chispa que necesitaba la revolución para estallar.

LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-
La noche del 18 los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación de en que quedaba el virreinato después de los hechos de España y nombrar nuevas autoridades. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros y pidan la convocatoria a cabildo abierto.

El Sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Manuel Belgrano le pidió al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva. El domingo 20 el por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey trató a los jóvenes de insolentes y atrevidos y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó "Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo.

Pero la juventud no tenía paciencia.

Conf. Galasso: “El 21 de mayo, cuando el Cabildo está reunido en sesión ordinaria, la presión popular se acentúa: "apenas comenzada la sesión, un grupo compacto y organizado de seiscientas personas, en su mayoría jóvenes que se habían concentrado desde muy temprano en el sector de la Plaza lindero al Cabildo, acaudillados y dirigidos por French y Berutti, comienzan a proferir incendios contra el virrey y reclaman la inmediata reunión de un Cabildo Abierto. Van todos bien armados de puñales y pistolas, porque es gente decidida y dispuesta a todo riesgo. Actúan bajo el lema de Legión Infernal que se propala a los cuatro vientos y no hay quien se atreva con ellos".

LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-
Continuando con este autor: “No hay pues medulosos cambios de ideas, ni buenos modales, ni patricios respetables polemizando únicamente, con sesudos abogados, sino un grupo de privilegiados dispuestos frenéticamente a resguardar con uñas y dientes sus fortunas y su posición social, frente a otro grupo, intrépido y fogoso, animado por el espíritu de la revolución.

Castelli afirmaba: "Aquí no hay conquistados ni conquistadores, aquí no hay sino españoles los españoles de España han perdido su tierra. Los españoles de América tratan de salvar la suya. Los de España que se entiendan allá como puedan... Propongo que se vote: que se subrogue otra autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de los franceses, que será independiente si España queda subyugada".

El 22 de mayo se vota. Permite el alcalde votar solo a 69 partidarios casi todos ellos del Virrey. Y se vota una Junta adicta con “El Sordo” a la cabeza.

La juventud revolucionaria no está dispuesta a permitir. Tampoco deciden que hacer deliberando en la casa de Nicolás Rodríguez Peña. Cuanta Tomas Guido “en estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: "Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas."..

Cisneros renuncia. Pero como siempre pasa, los absolutistas reaccionan, y convocan a nuevo cabildo para el 25 de mayo.

Los cabildantes se reúnen, pero los jóvenes revolucionarios no van a aceptar nuevos fraudes a su voluntad.

LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-
Antonio Luís Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo "Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada."
La Juventud de la Legión Infernal no les dejó margen para otra cosa.

Así se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente: Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu.

Y allí comenzó nuestra historia Grande, nacida en una revolución popular.






jueves, 7 de mayo de 2015

"MEMORIAS CURIOSAS" DE JUAN MANUEL BERUTI: EL 25 DE MAYO DE 1810

"MEMORIAS CURIOSAS" DE JUAN MANUEL BERUTI: EL 25 DE MAYO DE 1810



LA REVOLUCION DE MAYO


Juan Manuel Beruti llevó desde los trece años y durante su larguísima vida –nació en 1777 y murió en 1856– un diario de los acontecimientos públicos de la ciudad.
El libro fue publicado por primera vez con el nombre de "Memorias Curiosas" en 1942 y constituye una fuente de información riquísima para los historiadores de la primera mitad del siglo XIX.
Al haber sido escrito cotidianamente, nos permite conocer como conocieron las contemporáneos el 25 de mayo.

Transcribo el 25 de mayo según las "MEMORIAS CURIOSAS" DE JUAN MANUEL BERUTI:

El alcalde mayor hizo una seña y los miembros de la Junta se
arrodillaron frente a la mesa municipal. Los Santos Evangelios
estaban abiertos en el relato de San Lucas. Cornelio Saavedra puso la
palma de su mano sobre ellos. Juan José Castelli apoyo la suya sobre
uno de los hombros de Saavedra y Manuel Belgrano hizo lo mismo sobre
el otro. El resto copió el gesto. Eran casi las 9 de la noche del
viernes 25 de Mayo de 1810 y el Sí, juro de los nueve hombres
entrelazados marcaba el final de cuatro días intensos.

Cornelio Saavedra se levantó y la Junta ocupó los asientos bajo el
dosel del salón central del segundo piso del Cabildo. Después el
comandante fue hasta el balcón. Abajo, en la Plaza, quedaba poca
gente bajo la lluvia. Saavedra les habló para pedirles que
mantuvieran orden, la unión y la fraternidad, y para que se respetara
la figura del ex virrey Cisneros.

Esa noche, los miembros de la Junta salieron juntos. Atravesaron la
Plaza, pasaron por debajo de la Recova y los pasos firmes —que
resonaron huecos en el barro— los llevaron hasta el Fuerte, desde
donde iban a gobernar Buenos Aires y el resto del Virreinato hasta
fines de 1810.

Aquel día, el Cabildo había estado lleno desde temprano, a las 8 de
las mañana. Los asistentes habían llegado para considerar la renuncia
de la Junta nombrada el 23 de mayo, encabezada por el virrey
Cisneros. Habían jurado a las 3 de la tarde del 24 y seis horas
después, frente a la presión de los criollos, presentaban sus
renuncias.

En el salón del Cabildo, la postura del síndico procurador, Julián de
Leiva, aún era inamovible: no aceptaba la renuncia de Cisneros y
proponía autorizarlo a usar la fuerza para fusilar y dispersar al
pueblo. Leiva se aferraba a una idea errónea: creía contar con el
apoyo de Saavedra.

A esa hora, la Plaza ya estaba ocupada. Pero la mayoría de las
milicias estaba en los cuarteles, esperando noticias del Cabildo. Las
novedades sobre la posición de Leiva llegaron pronto. Cuando se
difundieron, un grupo encabezado por Feliciano Chiclana y Domingo
French —que como todos los partidarios criollos estaban reunidos en
la casa de Rodríguez Peña— salió hacia el Cabildo. En el impulso,
todos llegaron hasta la galería de arriba.

Fue el propio Leiva quien abrió la puerta del salón al
escucharlos. "¿Qué es lo que ustedes quieren?", cuentan que dijo. "La
deposición inmediata de Cisneros", le gritaron los criollos. Desde
adentro pidieron que nombraran una comisión de representantes para
explicar sus reclamos. Las crónicas de la época dicen que llevaban
escritos los nombres para una nueva junta de gobierno. El Cabildo
objetó la propuesta. Para eso se debía consultar al resto de los
pueblos del Virreinato, se sostenía como argumento principal.

La discusión se encendía y uno de los vecinos acaudalados, de
apellido Anchorena, propuso citar a los comandantes de las milicias
para opinar y votar. Los delegados de los criollos salieron para
juntarse en la Fonda de las Naciones de la Vereda Ancha, una de las
tantas del radio de la Plaza. El cielo estaba nublado y amenazaba con
desarmarse en agua, como venía ocurriendo desde hacía días. Cuando
los comandantes se reunieron, Leiva pidió apoyo para las autoridades
elegidas el 23.

El comandante Romero, un moderado que lideraba una milicia, contestó
que no era posible sostener la elección del virrey como presidente de
la Junta, que las tropas y el pueblo estaban indignados y que ellos
no tenían autoridad para darle apoyo al Cabildo, porque sabían que no
iban a ser obedecidos. Se animó a pronosticar que si el Cabildo
insistía en lo resuelto no podrían evitar que la tropa llegara hasta
la Plaza para imponer su posición.

La gente había vuelto a tomar las galerías. Y Leiva le habló al resto
de los cabildantes: "No hay más remedio que consentir", se le oyó
decir. Martín Rodríguez salió al corredor y, a los gritos, contó a la
gente que el virrey había quedado fuera del gobierno. Después corrió
hasta la casa de Rodríguez Peña, donde estaban los líderes del
movimiento criollo. Entonces Peña dijo que había que llevar la lista
de la nueva Junta al Cabildo. Cuando Beruti y French entraron en el
salón del edificio donde se seguía sesionando, los cabildantes
ocupaban sus asientos detrás de la gran mesa que da a la puerta. Los
patriotas se agruparon en la baranda que limitaba el recinto hacia el
lado de afuera.

La respuesta fue una exigencia: que expresaran por escrito la
voluntad del pueblo. Al rato llegó una presentación con más de 400
firmas. Eran las 15.30 cuando Leiva puso el último obstáculo. Pidió
que el pueblo se congregara en la Plaza para que, al leer los
nombres, los ratificaran.

A las 4 de la tarde, Leiva salió al balcón. El resto de los
cabildantes lo siguieron. Cuando miraron hacia la Plaza, el síndico,
irónico, preguntó: "¿Dónde está el pueblo?". Abajo había poca gente.
Y fue Beruti quien repitió que el pueblo en cuyo nombre hablaban
estaba armado en los cuarteles y otra gran parte del vecindario
esperaba en distintos lugares para ir. El griterío creció.
Finalmente, Leiva en nombre del Cabildo, cedió. Y así se dieron por
anulados los actos del día 23 y 24.

El vozarrón de Martín Rodríguez se volvió a escuchar a las cuatro y
media. Pero esta vez fue en el balcón, cuando leyó los nombres de la
Junta de Gobierno que quedaba encargada provisoriamente de la
autoridad de todo el Virreinato.

La espera, luego, fue larga. Hasta que, cuando faltaban minutos para
las 9 de la noche, el alcalde mayor abrió los Santos Evangelios. La
nueva Junta entró por el centro del salón en medio de un gran
silencio. El funcionario hizo una seña y se acercó a Saavedra con el
libro abierto. Los nueve hombres se comprometieron a conservar esta
parte de América para Fernando VII, el rey de España, prisionero de
Napoleón. Afuera llovía. Y en la Plaza todavía quedaba gente.

Fuentes: "Memorias curiosas", de Juan Manuel Beruti, Colección
Memoria Argentina, Emecé, 2001



martes, 16 de agosto de 2011

Beruti a los cabildantes el 25 de mayo de 1810

"Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si no nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores, decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada."

lunes, 11 de mayo de 2009

Mitos y verdades del 25 de Mayo

Mitos y verdades del 25 de Mayo


La Revolución de 1810 fue interpretada de diferentes maneras a lo largo de 195 años. Los historiadores de hoy actualizan la discusión: qué fue verdad, qué fue posible y qué fue imaginado.


Alberto González Toro.
Laura Vilariño.



Quienes conozcan a Facundo y Federico Lugones del Colegio Champagnat darles cariñosos saludos de parte de su abuelo Rudy.



Lluvia, paraguas, escarapelas, movilización popular, el Cabildo, brazos en alto. La Revolución de Mayo se sintetizó en estas imágenes. A cinco años del Bicentenario, ni siquiera los historiadores más prestigiosos se ponen de acuerdo. Además, hay muchas contradicciones entre ellos. Algunos dirán que ese 25 de mayo de 1810 llovía y que se usaban paraguas importados de Londres. Otros opinarán lo contrario. Algunos aseguran que las cintas repartidas por French y Beruti tenían un color blanco, y otros dicen que sus colores eran diferentes. La representatividad de Moreno y Saavedra también está en juego. La tradicional imagen de "conservador" del coronel ahora está cuestionada. Las preguntas siguen y suman.
¿Por qué se celebra el 25 de Mayo como origen de la Patria?
"Los festejos por el 25 de Mayo comenzaron muy temprano, durante el propio proceso revolucionario. A imagen de las fiestas cívicas inauguradas por la Revolución Francesa, el 25 se convirtió en motivo de celebración cívica. Por lo tanto, ya desde un comienzo esta fecha cobró un lugar significativo en el imaginario político rioplatense. De hecho, los festejos por el 9 de Julio nunca pudieron rivalizar con las fiestas mayas -dice el doctor en Historia, Luciano De Privitellio, investigador del Conicet, la UBA y la Universidad de San Martín-. Cuando a partir de la generación romántica de 1837 se comenzó a imaginar la existencia de una Nación Argentina y de un pasado para ella, el 25 de Mayo debía ser la fecha por excelencia de su origen y nacimiento. Este día se convitió así en el nacimiento de la Nación."
¿Moreno o Saavedra? ¿Quién tenía más poder y representatividad?
"Saavedra es más pragmático, entre otras cosas porque tiene que hacerse cargo de las armas. Tenía un criterio más realista que Moreno. Lo que Saavedra intenta conciliar al mismo tiempo son los intereses de los pueblos que empezaron a llegar con sus representantes a Buenos Aires, muchos de los cuales estaban bastante lejos de coincidir con las posturas más jacobinas de Moreno", dice la doctora en Historia Marcela Ternavasio, profesora titular de Historia Argentina I en la Universidad Nacional de Rosario e investigadora del Conicet. En cuanto a la representatividad de Saavedra, la doctora Ternavasio afirma que al principio era muy grande pues tenía a los milicianos detrás de él. Y fueron los milicianos, según ella, los que impulsaron la realización del Cabildo Abierto del 22 de mayo y quienes presionaron para la salida del virrey Cisneros También el historiador José Luis Busaniche, que se definía como un "demócrata liberal" y nada conservador, se inclina por pensar que el coronel tenía tras de sí a los sectores populares, mientras Moreno era un ideólogo jacobino que no entendía la realidad del Río de la Plata. Los jacobinos eran los seguidores de Maximiliano Robespierre, el líder de la Revolución Francesa, representante de los sectores más extremistas. Para Busaniche -autor de una monumental Historia Argentina-, el secretario era un hombre dogmático, heredero del pensamiento del francés Juan Jacobo Rousseau (uno de los teóricos de la Revolución Francesa), que hablaba "en nombre del pueblo". Busaniche resume: "La parte más popular y numerosa, la que no vestía de frac o de levita, se inclinó hacia el lado de Saavedra". Los historiadores que defienden a un Saavedra líder popular recuerdan la revuelta que se produjo del 5 al 6 de abril de 1811. "Este movimiento tiene un componente popular muy diferente al que tuvo el del 25 de Mayo de 1810. En esta disputa facciosa entre morenistas y saavedristas, éstos traen de los arrabales a un número de personas muy importante, que pertenecen a sectores populares manejados por líderes milicianos. La elite es sorprendida por la irrupción de esta gente en la Plaza Victoria. Salvando las distancias, esta movilización del 5 y 6 de abril de 1811 fue una especie de 17 de octubre peronista", dice Ternavasio. Busaniche narra así esos sucesos: "En la noche del 5 al 6 de abril se produjo una reacción popular que no provenía de los ''de fraque o levita'' sino de más abajo: gente del campo, de los arrabales y no pocos de la ciudad, simpatizantes de Saavedra, que veían al Presidente y a la Junta trabados en su acción por dos o tres vocales de Moreno, y miraban con malos ojos el espectáculo que soportaba la ciudad". La Revolución de Mayo,
¿fue un movimiento popular o un golpe militar?
Privitellio destaca a dos instituciones fundamentales: el Cabildo y las milicias, conducidas por Saavedra, y dice que desde el mismo momento en que la crisis de la monarquía española acelera el conflicto político en el Río de la Plata, "el Cabildo se postula como uno de los candidatos a suceder al poder". Pero en esa época, el poder real lo tienen las milicias. Ningún historiador habla de un golpe militar, pero son muchos los que hablan de la "presión" que ejercieron los milicianos para desplazar al virrey Cisneros. "Son ellos los que apoyan inicialmente la convocatoria al Cabildo Abierto del 22 de mayo, y son los que no aceptan a la Junta nombrada por el Cabildo el 24 de mayo. Finalmente, son los que imponen a la nueva Junta el 25 de mayo". Privitellio explica que los diversos cuerpos milicianos, formados durante la reconquista y defensa de Buenos Aires contra las Invasiones Inglesas, son fuerzas militares, más bien escasas, instaladas en Buenos Aires. "Hasta 1806, nadie hubiera elegido la carrera militar como vía de ascenso y prestigio. Pero todo eso cambia a partir de la invasión inglesa. La milicia que más se destacaba era la de Patricios, comandada por Cornelio Saavedra. Pero allí también estaban otros protagonistas de la Revolución, como Domingo French, que junto a José Antonio Beruti formaba parte del ala más radical del partido patriota (los futuros morenistas)".
¿Fue un fenómeno sólo porteño o de todo el virreinato?
"Un fenómeno totalmente porteño", responde la historiadora Ternavasio. Y agrega: "A partir de 1811, Buenos Aires se festeja a sí misma. Y esto dura hasta gran parte del siglo XIX. Es que Buenos Aires había sido la cuna de la Revolución". Los Cabildos del interior, tan lejos del Río de la Plata, se van enterando lentamente de la formación de la Primera Junta. Algunos se resisten a aceptar el "nuevo orden", como el de Córdoba; otros reciben la noticia con gran beneplácito, y otros nunca van a aceptar a las nuevas autoridades, "como Paraguay, y ni hablar de la Banda Oriental". Años más tarde, Domingo Faustino Sarmiento, en su célebre "Facundo", recuerda las consecuencias de esa disociación, y escribe: "La guerra de la revolución argentina ha sido doble: 1) guerra de las ciudades iniciadas en la cultura europea contra los españoles, a fin de dar mayor ensanche a esa cultura; 2) guerra de los caudillos contra las ciudades, a fin de librarse de toda sujeción civil, y desenvolver su carácter y odio contra la civilización. Las ciudades triunfan de los españoles, y las campañas de las ciudades. He aquí explicado el enigma de la Revolución Argentina, cuyo primer tiro se disparó en 1810, y el último no ha sonado todavía".
El 25 de Mayo, ¿llovió o no llovió?
"Hay toda una discusión sobre si llovió o no llovió, si ya se habían importado paraguas de Londres o aún no... Es un tema que sigue siendo siempre objeto de discusión. Algunos historiadores van a dar por cierto que había paraguas y llovía, y otros van a decir lo contrario", comenta Ternavasio.
¿Qué rol jugó en la Revolución la jabonería de Vieytes?
De Privitellio dice que entre las costumbres del período "tardocolonial", se encuentra el de las tertulias, reuniones en los salones de las casas privadas en las que se conversaba largo y tendido sobre temas varios. Este tipo de reuniones, por cierto, involucraba a sectores acomodados de la sociedad. "A medida que la política irrumpe en la capital virreinal como una actividad novedosa (consecuencia a la vez de las Invasiones Inglesas y de la crisis de la corona española), estas prácticas de sociabilidad también se politizan". La fábrica de jabón, que pertenecía a Juan Hipólito Vieytes y Nicolás Rodríguez Peña, se convirtió en la sede de las reuniones de aquello que desde 1809 comenzó a ser llamado "partido patriota". La jabonería estaba en Tacuarí y Venezuela, y por allí desfilaban los patriotas, tejiendo ya las redes de la futura revolución. Otro lugar de tertulia y conspiración fue la casa de Rodríguez Peña. Pero no son éstos los únicos lugares de sociabilidad que se politizan. Otro lugar es "el café de Marco, donde se juntaban los jóvenes intelectuales, casi todos ellos alumnos del colegio San Carlos, que no por casualidad quedaba frente al café. Y señala De Privitellio: "En este lugar, que a diferencia de los anteriores era público, se fue conformando la idea de la existencia de una verdadera ''opinión pública'', otra notable novedad para la ciudad de Buenos Aires. Ciertamente, todos ellos eran partidarios de la facción más extrema de los revolucionarios, aquellos que luego serán identificados como morenistas. A Saavedra, este café le parecía tan peligroso, que luego de los acontecimientos del 5 y 6 de abril de 1811 (una movilización popular en apoyo del Presidente de la Primera Junta, y en contra de los morenistas), ordenó a Juan Bautista Bustos que lo cerrara, y se detuvo a varios de los asistentes".
¿Cuáles eran los colores de las cintas que se distribuyeron en la Plaza?
Aquí también difieren los historiadores. Mientras para María Sáenz Quesada (ver su columna en la página 41) eran de color blanco, la doctora Ternavasio dice que las cintas tenían los colores rojo, color de la corona, y celeste, color de los Borbones". Y subraya: "Nadie, a esta altura, puede decir que ésos eran los colores de la Patria".
¿Cómo se convocó a los vecinos para que concurrieran al Cabildo Abierto del 22 de mayo?
Es el Cabildo como institución el que convoca al Cabildo Abierto. En una ciudad de 50.000 habitantes, se enviaron 450 esquelas a los vecinos más "respetables y destacados de Buenos Aires". Circularon alrededor de 450 esquelas, "pero asistió menos de la mitad", dice Ternavasio.
¿Cuál fue el papel que jugaron French y Beruti?
El lugar común les asigna el rol de "distribuidores" de las cintas. Pero tanto Domingo French como José Antonio Beruti fueron dos auténticos revolucionarios. French era un cartero que participó, junto a Juan Martín de Pueyrredón, en la organización de la milicia de los Húsares. "Allí ascendió a teniente coronel, y fue sin duda en esta condición que se destacó en la jornada del 25 de Mayo -explica De Privitellio-. Junto con Beruti, French (ver página 41) formaba parte del ala más radical del partido patriota (los futuros morenistas), y cumplían la importante misión de agitar las calles en favor de la salida política alentada por este grupo. Junto a otros jóvenes, se los llamaba ''Los Chisperos'', por su actividad agitativa".
Fuente: Diario Clarín



Los hombres de Mayo y la revolución inconclusa
"Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si no nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores, decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada." Así, sin eufemismos y con toda una patria por estrenar, se expresaba aquel 25 de mayo ante los indecisos cabildantes Antonio Beruti, que lideraba junto a Domingo French el grupo de choque conocido como la "Legión Infernal", compuesto por unos seiscientos hombres de las "orillas" dispuestos a todo para defender el sueño del cambio. Pocos minutos después y mientras todavía resonaban las palabras amenazantes de Beruti, se anunciaba oficialmente la conformación de una Junta de gobierno que quedó integrada por Cornelio Saavedra como presidente y los abogados Mariano Moreno y Juan José Paso como secretarios. Seis vocales completaban la nómina: los doctores Manuel Belgrano y su primo Juan José Castelli; el militar Miguel de Azcuénaga; el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes españoles Juan Larrea y Domingo Matheu. Mariano Moreno guardó un perfil muy bajo durante la Semana de Mayo. No se lo escuchó como a Castelli en el famoso Cabildo del 22, ni anduvo por la plaza con los chisperos de French y Beruti. Su protagonismo comenzó el 25 de mayo de 1810, al asumir la Secretaría de Guerra y Gobierno de la Primera Junta, cuando dijo en su discurso inaugural: "La variación presente no debe limitarse a suplantar a los funcionarios públicos e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad que hasta ahora no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye el trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos." El 7 de junio nació el órgano oficial del gobierno revolucionario, "La Gaceta", donde Moreno escribió: "El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal." La Revolución estaba en marcha y las tendencias se fueron perfilando con toda nitidez. Moreno y su gente apurando la revolución y Saavedra, representante de los sectores conservadores, defensores de sus privilegios y, por lo tanto, favorables al mantenimiento de la situación social anterior. Aquel Saavedra que le preguntaba a su amigo Viamonte en qué consistía la Revolución: "¿Consiste ésta acaso en adoptar la más grosera e impolítica democracia? ¿Consiste en atropellar a todo europeo, apoderarse de sus bienes, matarlo, acabarlo y exterminarlo? ¿Consiste en llevar adelante el sistema de terror que principia a asomar? ¿Consiste en la libertad de religión, y en decir con toda franqueza como uno de su mayor respeto y confianza ''me cago en Dios'' y hago lo que quiero?" Moreno, como contestándole, escribía: "Hay quienes suponen que la Revolución se ha hecho para que los hijos del país gocen de los altos empleos de que antes estaban excluidos; como si el país hubiera de ser menos desgraciado por ser hijos suyos los que lo gobiernan mal." Eran dos proyectos de país, era el comienzo de un "ellos" y "nosotros", era el comienzo de una revolución inconclusa.
ibidem



La Revolución vista por los grandes pensadores argentinos


Esteban Echeverría ESCRITOR (1805-1851)
"¿Qué quiere decir Mayo? Emancipación, ejercicio de la actividad libre del pueblo argentino, progreso: ¿por qué medio? Por medio de la organización de la libertad, la fraternidad y la igualdad, por medio de la democracia. Resolved el problema de organización y serviréis a la causa de la patria, la causa de Mayo y del progreso. Y advertid que, así como no hay sino un modo de ser, un modo de vida del pueblo argentino, no hay sino una solución adecuada para nuestras cuestiones, que consiste en hacer que la democracia argentina marche al desarrollo pacífico y normal de su actividad, hasta constituirse en el tiempo con el carácter peculiar de democracia argentina. Fuera de ahí no hay sino incursiones a tientas, trabajo estéril, dañino: repetición fastidiosa de lo hecho en el transcurso de la revolución; volver a empezar con escombros un edificio que se ha venido abajo cien veces, para que vuelva a desplomarse y sofocar toda vida, toda actividad, todo progreso bajo sus ruinas."
Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata (1846)


Domingo F. Sarmiento PRESIDENTE (1811-1888)
"La revolución, excepto en su símbolo exterior, independencia del rey, era sólo interesante e inteligible para las ciudades argentinas, extraña y sin prestigio para las campañas. En las ciudades había libros, ideas, espíritu municipal, juzgados, derechos, leyes, educación, todos los puntos de contacto y de mancomunidad que tenemos con los europeos; había una base de organización, incompleta, atrasada, si se quiere; pero precisamente, porque era incompleta, porque no estaba a la altura de lo que ya se sabía que podía llegar a ser, se adoptaba la revolución con entusiasmo. Para las campañas, la revolución era un problema; sustraerse a la autoridad del rey era agradable, por cuanto era sustraerse a la autoridad. La campaña pastora no podía mirar la cuestión bajo otro aspecto. Libertad, responsabilidad del poder, todas las cuestiones que la revolución se proponía resolver eran extrañas a su manera de vivir, a sus necesidades.
" Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Cap. IV: Revolución de 1810. (1845)


Alfredo Palacios DIPUTADO (1880-1965)
"El movimiento que culminó en Mayo venía de lejos. Eran fuerzas latentes y oscuras que se exteriorizaban con energía e iban buscando una meta. Pronto se convirtieron en un sentimiento que encontró su expresión en la inteligencia, hasta que se manifestaron concretamente, interviniendo entonces la voluntad con la conciencia del derecho y de la furza, además de la representación del porvenir. El fondo nebuloso se fue aclarando en la lucha y apareció la idea revolucionaria que es idea fuerza, la cual, encarnada en la masa que en Buenos Aires era todo el pueblo, formó un conjunto homogéneo donde los factores de la evolución mental se transformaron en actos. Aunque procedamos aparentemente movidos por una idea, ello se debe a que esa idea se transforma en sentimiento en el momento de la acción. El carácter de un acto depende de la naturaleza del sentimiento que lo origina. El principio de la soberanía del pueblo germinaba y crecía en la entraña de los hijos de la tierra."
El pueblo en la Revolución de Mayo, 1959

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La fecha de origen de la nación argentina
J. C. Chiaramonte. Historiador (*)


El 25 de mayo de 1810, ante la vacancia del trono español, se constituyó en Buenos Aires un gobierno provisorio para los pueblos del Virreinato del Río de la Plata, la llamada Primera Junta de Gobierno, hasta tanto se aclarase el futuro de la monarquía. La legitimidad de la Junta se basaba en la doctrina, propia del fundamento contractualista del derecho político de la época, de la "retroversión de la soberanía al pueblo" en cuanto fuente legítima del poder. Pero, en realidad, la soberanía fue asumida por las "ciudades principales" del Virreinato, las ciudades con cabildos, dado que entonces no existía "un" pueblo sino catorce "pueblos americanos" soberanos. Fueron así los cabildos de esas ciudades los que enviaron diputados -apoderados con instrucciones, como era usual en la época- para integrar esa Junta. Posteriormente, los gobiernos que la sucedieron habrían de afrontar la necesidad de independizarse de España y de organizar una nueva nación. Porque, así como no existía aún un pueblo argentino, tampoco existían ni una nación, ni una nacionalidad argentinas, las que serían fruto y no causa del proceso que se iniciaba. Recordemos que "argentino" designaba entonces a los porteños, y sólo muy tarde adquiriría su significado actual. ¿En qué consistió lo que podría llamarse una construcción mítica? En interpretar que el 25 de mayo de 1810 marcó la irrupción en la historia de una nacionalidad argentina preexistente, en busca de su organización como Estado. Un mito derivado de la preocupación por fortalecer el sentimiento nacional y apoyado en el principio de las nacionalidades, difundido por el Romanticismo, según el cual las naciones contemporáneas habrían surgido de previas nacionalidades; algo también desmentido por los historiadores en el caso de la mayoría y más importantes naciones de Europa y de América del Norte.
(*) Director del Instituto Ravignani, de la Universidad Nacional de Buenos Aires.

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Entre la tradición y la historia


La iconografía del 25 de Mayo se basa en verdades que no son tan absolutas.
Sáenz Quesada. Historiadora


Para elaborar la primera versión de la historia argentina, Bartolomé Mitre utilizó fuentes de la tradición oral y memorias escritas por los protagonistas. Es Cornelio Saavedra (1829) quien describe la Plaza de la Victoria llena de gente en los días de Mayo y los distintivos blancos y celestes usados por los patriotas. Este relato que le daba a la gesta carácter popular, simplificado en libros e imágenes escolares, constituye la versión clásica de los hechos que el cine reflejó más tarde en películas como "El Grito Sagrado". Hacia 1950, Roberto Marfany realizó una prolija revisión documental y rescató el papel de las incipientes fuerzas armadas y del clero; destacando que la fidelidad al rey cautivo impulsó la acción. Todo esto permite reconstruir con más fidelidad lo ocurrido en 1810 alrededor del Cabildo de Buenos Aires, proyectado por el arquitecto Andrés Blanqui y terminado en 1770. Con su torre, el reloj, los once arcos originales, los tejados y los muros blanqueados a la cal que le daban cierto aire andaluz, éste constituía el edificio civil más importante de la ciudad; mientras la Plaza Mayor, dividida por la Recova del comercio, servía de espacio de discusión de los asuntos públicos. Por su parte, Manuel Belgrano ha señalado el carácter ejemplar de la revolución que cumplió sus objetivos sin derramar sangre. El grupo dirigente que se reunía en la casa de Rodríguez Peña en la actual calle Venezuela, y en lo de Azcuénaga, en la Plaza Mayor, estaba en contacto permanente con el cuartel de Patricios. Sus agentes externos eran Domingo French (36), empleado del Correo, y Antonio Luis Beruti (38), de la Tesorería Real, ambos de larga actuación pública posterior. French y Beruti encabezaron una "mozada de resolución", alrededor de 600 jóvenes cuya misión era amedrentar a los partidarios del virrey. Armados con pistolas y puñales disimulados en los capotes, su apostadero fue la fonda de la "vereda ancha" de la Plaza (hoy Hipólito Yrigoyen) y su distintivo eran cintas en el sombrero y en las solapas, que según la mayoría de los testimonios de época eran blancas "en señal de unión entre americanos y europeos". A estas cintas se agregaron según las circunstancias un retrato de Fernando VII grabado en papel, una rama de olivo y un distintivo rojo, en señal de guerra si no se verificaba la creación de la Junta (la lista propuesta fue escrita por Beruti). Blanco fue entonces el primer distintivo de los revolucionarios. Pero el celeste y blanco, símbolo del club morenista en 1811, fue el que pasó a los colores patrios. En cuanto a los paraguas usados en los festejos, en medio de la lluvia y del bullicio, probablemente fueron pocos; la mayor parte de los congregados habrá usado el capote o el poncho tradicionales; sin embargo, en la capitanía del puerto se registra el ingreso de estos prácticos accesorios venidos de Inglaterra. Y es sabido que hacia 1800, gracias al aumento del comercio y del poder adquisitivo, las modas importadas hicieron furor. Cuando las verdades que aprendimos de niños se revisan con serenidad resultan más comprensibles, menos absolutas y también más útiles.

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Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto

Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto

(Los que conozcan a Facundo Lugones y Federico Lugones del Colegio Champagnat darles muchos cariños de su abuelo Rudy)

“Amanecieron lunes 21 en la Plaza Mayor bastante porción de encapotados... Comandaban los French, el del Correo y Beruti, el de las Cajas. Eran 600 hombres bajo el título de Legión Infernal. En efecto, todos estaban bien armados y era mozada de resolución”. Así describe un anónimo testigo, el comienzo de la semana en que se formaría el Primer Gobierno Patrio.

Como especie de fuerza de choque de los ideólogos del movimiento revolucionario, aquellos hombres, provistos de puñales, pistolas y otros elementos de lucha, habían sido reclutados entre las denominadas “clases bajas”. Era gente de acción, dispuesta a lo que viniese. Si bien sus conductores eran conscientes de la postura de las fuerzas criollas, no sabían cuál iba a ser la reacción de los cuerpos peninsulares, en particular el Fijo, cuyo jefe se había pronunciado con tanta decisión por la continuidad del virrey.

Por cierto, en una ciudad de sesenta mil habitantes, aquel número resultaba casi insignificante, pero sin duda su presencia en la Plaza Mayor influyó en la creación de un clima apropiado para la caída del virrey. No conviene desechar la presencia de los chisperos y manolos, como se los llamaba despectivamente, sobre todo porque resulta claro que su convocatoria no resultó espontánea sino resultado de un plan. Tomás Guido expresa en sus memorias que para dar un golpe “se catequizaban individuos de diversas clases; consultándose algunos miembros del clero, cuyo sufragio fue siempre propicio a nuestras libertades, y procurábase el mayor número de adictos para exigir por un movimiento imponente un cambio en la administración, y una junta de gobierno por voto popular”.

Lo cierto es que el procurador del Cabildo, presionado por tan belicosa presencia, les hizo saber que el virrey estaba dispuesto a abandonar el mando. No se conformaron ni French, ni Beruti, ni Arzac, que se sumó al conjunto, por lo que mantuvieron a sus belicosos orilleros y compadritos en el lugar.

La idea de realizar un Cabildo Abierto había ganado fuerza, aunque sin duda en esa asamblea no tendrían lugar los que se hallaban en la plaza sino “la parte principal y más sana del vecindario”, es decir, los militares, clérigos, profesionales, comerciantes y funcionarios.

A las diez de la mañana, los regidores Ocampo y Domínguez cruzaron al Fuerte y obtuvieron el permiso del virrey, quien con bastante astucia, les hizo ver que la opinión del pueblo de Buenos Aires, por sí sola, no resultaba valedera para una decisión de tanta importancia, pues era necesario escuchar a los representantes de todos los cabildos del Virreinato.

Pero los dirigentes revolucionarios ya tenían decidido su curso de acción.

Convocado Saavedra a la sala capitular del Cabildo, para pedirle que “aplicara su celo a evitar todo tumulto y conservar el orden y la tranquilidad pública”, se hizo responsable de que nada ocurriría. A continuación se decidió la convocatoria para el día siguiente y se dispuso imprimir esquelas que serían distribuidas diligentemente a los invitados por los alcaldes de barrio.

Las fuerzas militares, fueron apercibidas y municionadas para que, al día siguiente, controlaran el acceso de los participantes.

Aparentemente, los dirigentes patriotas, que habrían formado una especie de junta de hecho, se asignaron misiones para el 22. Manuel Belgrano debía ubicarse en un lugar visible desde la plaza, pañuelo blanco en mano, para, en caso de producirse algún hecho no deseado, advertir, agitándolo, a los que aguardaban en las inmediaciones.



* Miguel Angel De Marco Presidente de la Academia Nacional de la Historia.